lunes, 15 de noviembre de 2010

¿A costas de quién?


Por: Yesenia Álvarez Temoche

Sin duda el talento y el aporte de los artistas nacionales a quienes el presidente García ha decidido distinguir, es incuestionable, lo que resulta lamentable y rebatible es que dicha distinción la hará con el dinero de todos los peruanos, dado que les otorgará singulares “pensiones de méritos” mensuales. ¡Insólito! para un país con otras prioridades como la de superar la pobreza, y en el cual los peruanos nos veremos obligados a seguir trabajando para pagar con nuestros impuestos las dádivas y subvenciones que el presidente y el ejecutivo resuelvan brindarle a un pequeño sector de toda la gran población peruana.

Para transmitirnos la imagen de un estadista magnánimo el presidente García busca deslumbrarnos con estos desprendimientos, los cuales son muy atractivos y seductores para quien los recibe y para el porcentaje de la población que gusta del gremio artístico que es económicamente premiado.

Así recordemos a los bastante publicitados 452 mil nuevos soles que se entregaron a los jotitas – lo que seguramente habrá hecho feliz a los amantes del fútbol-; a los 20.000 dólares concedidos al equipo de tenis que clasificó al mundial, a los 200 mil nuevos soles para los medallistas panamericanos; y aunque pudiera parecer distinto el caso de Judith Rivera que fue infectada con el virus del sida en un hospital público –situación a todas luces indignante y que merece la justicia a la que todo peruano tiene derecho si se encontrara en una situación así- fue ocasión para que el presidente una vez más busque la chequera del erario nacional y le otorgue 300.000 nuevos soles, calmando así a una población profundamente exasperada con la impunidad de tal negligencia en el sector público y consiguiendo de paso anotar más puntos a su imagen de generoso. Ciertamente, después de esto el ejecutivo se vio en aprietos cuando surgieron más casos y escasearon las ideas y la voluntad para solucionar los monstruosos problemas de la salud pública en el Perú.

Ante estas filantrópicas decisiones presidenciales cabe que le preguntemos al presidente ¿A costas de quién?, y no demoraremos en descubrir que es a costas de todos los peruanos. En este sentido, no se trata de una pregunta de pataleta ¿Por qué a ellos y por qué no a los demás?, sino de preguntarse ¿Por qué a ellos a costas de los demás? Y han dado muchos motivos como alentar el deporte nacional, fomentar lo tradicional o reconocer la contribución de los músicos a la recreación del alma nacional, sin embargo si nos fijamos bien, ninguna de esas respuestas es coherente con las prioridades de los peruanos, quienes van a tener menos soles en su bolsillo para salir de la pobreza porque el Estado ha decidido gastar parte de los fondos públicos premiando determinados géneros artísticos o actividades deportivas, y repartiendo dinero como si en este país sobrara. Y éste, siguiendo los estudios del economista Ricardo Medina Macías, “es unos de los síntomas que definen si alguna nación ya contrajo la enfermedad populista, esto es ¡Que el gobierno gaste lo que no tiene”!.

Finalmente, aunque la irresponsabilidad fiscal -gastar lo que no se tiene, postergar nuestro desarrollo y la salida de la pobreza-, se muestre como encantadora con las dádivas del ejecutivo, es preciso que quienes prefieran o gusten de las expresiones de determinados géneros artísticos o actividades deportivas comprendan que no se puede lograr ello a expensas de los fondos de todos los peruanos y que si desean fomentarlas, premiarlas y seguir disfrutando de ellas, deben recurrir a sus esfuerzos privados. Claro está que nada de esto se cuestionaría si el presidente hubiera tomado su chequera personal y premiado los géneros o grupos artísticos de su preferencia, o los que él crea que es de preferencia de los peruanos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Castigando la Iniciativa (mejor no tengas éxito)


Por: Roberto Núñez Otárola


Suele resultar un ejercicio muy interesante para poder evaluar nuestro nivel de (des)inteligencia el hecho de ver cómo nuestro sistema tributario, y en general nuestro sistema socio económico, se esmeran en castigar y desincentivar la iniciativa privada y los éxitos que devienen de ella.

Es en estos tiempos cuando se torna más necesaria la iniciativa individual, la cual en reemplazo de las desfasadas creencias de un Estado benefactor y todopoderoso asignador de recursos, nos pueda brindar un adecuado camino hacia las libertades económicas y comerciales, las que, en justa medida, decantarán en una mejora de nuestro nivel de vida y por ende en la reducción de la pobreza.
¿Nos hemos puesto a pensar la innumerable cantidad de trámites documentarios que una persona tiene que hacer al momento de querer montar una pequeña bodega en la cochera de su casa?, ¿Hemos identificado la cantidad de horas/hombre que se pierde haciendo estos trámites?, el grado de ridiculez llega a tal punto de tener que solicitar un “permiso” hasta para colocar un toldo sobre ella anunciando su existencia.
Hace algunos días conversaba con un amigo quien muy orgulloso me comentaba la felicidad que sentía por haber podido comprarse un pequeño departamento. Cuando la conversación fue avanzando y se llegaron a tocar temas relacionados a los impuestos por pagar, pues el grado de desazón que se apoderó del ambiente fue indescriptible.
La municipalidad castiga al comprador (como si no fuera ya suficiente castigo con las enormes tasas de interés que se tiene que pagar por este tipo de créditos) imponiéndole pagos por conceptos absolutamente reñidos con la moral. Vendría a ser algo así como el dictamen de un viejo inquisidor (al cual le resulta más rentable perseguir iniciativas de éxito que perseguir herejes) gritándote a la cara “ya que tú tuviste la osadía de comprarte un inmueble pues te condeno al castigo de tener que pagarme –sin hacer yo el mínimo esfuerzo- todos los años una tasa por el simple hecho de tenerlo”.
Ejemplos abundan por doquier, pudiendo destacar entre ellos los relacionados a las regalías, a los impuestos por las sobre ganancias, a las detracciones y al mismísimo impuesto a la renta, los cuales moral y jurídicamente no tienen el más mínimo sustento.

¿Qué tienen en común todos estos ejemplos? Pues simplemente que en lugar de castigar un delito castigan una iniciativa. ¿Porqué alguien que comete un crimen va a la cárcel?, pues porque ése es el castigo que tiene que pagar por el delito o fraude que ha cometido, ¿porqué entonces la iniciativa privada tiene que sufrir estos castigos tributarios si ya de por sí paga un impuesto a las ventas?, el cual, por cierto, debemos destacar que es uno de los más altos de la región. En otras palabras, se pone a un niel cuasi delictivo e inmoral el hecho que una empresa arroje utilidades; y lo que es peor, en esta última campaña electoral (electorera como prefiero llamarla) han habido algunos candidatos que inclusive solicitaban incrementar estos tributos y crear unos nuevos, bajo el supuesto delito de “ya haber ganado bastante”, argumento por demás ridículo y vacío.

Se alzarán las voces que pretendan tildar estas líneas de individualista (obviamente los que no saben acerca de Paretto) o poco solidarias, a lo cual habría que responderles con argumentos tan simples como el hecho de cotejar la realidad. ¿Ha sabido el Estado ser un correcto asignador de recursos? ¿Ha podido el Estado mediante la “confiscación legal” de parte de nuestros ingresos (mediante el castigo mal llamado impuesto a la renta) poder aliviar la pobreza? ¿Dicha concentración de recursos no ha sido acaso la culpable de inmensas corruptelas?.

La reflexión sobre estos comentarios va por el lado de tratar de entender que no debemos ser facilistas al momento de intentar buscar recursos. Obvio que el camino más sencillo es ahorcar a quienes forman parte de la masa laboral o son empresas legalmente constituidas, pero ¿acaso no podríamos detenernos a meditar que la solución no va por ahí?, ¿no creeríamos que la iniciativa privada (nacional o extranjera sin el más mínimo distingo) se multiplicaría si nuestra estructura tributaria fuese más accesible?, ¿acaso esta medida no redundaría directamente en la creación de nuevas empresas?, ¿acaso ésto no elevaría considerablemente el nivel de empleo?, ¿con dicho incremento en el nivel de ocupabilidad de la población no estaríamos acaso incrementando su capacidad de consumo?, ¿dicho incremento no redundaría acaso en una mayor captación de recursos por concepto de impuesto a las ventas? Y así un sin fin de preguntas que nos llevarían como única respuesta a un SI rotundo.

Nosotros pertenecemos a una sociedad que viene creciendo bajo la errada idea que mientras más se castigue el éxito (entendido como utilidades o acumulación de activos) mayores ingresos se tendrán, lo cual el día a día se encarga de enseñarnos que estamos absolutamente equivocados. Dejo estas reflexiones bajo la idea de poder pensar sobre ellas y entender que mientras más simple y moral sea un sistema tributario más desarrollada y próspera será una sociedad, y ejemplos nos sobran.

martes, 9 de noviembre de 2010

El ejercicio de los derechos sigue siendo delito en Cuba


Por: Yesenia Alvarez Temoche

Soy una escéptica respecto de la reciente medida tomada por el gobierno cubano. Tal como se han dado los hechos, dudo mucho que la liberación de los presos de conciencia sugiera un debilitamiento del régimen represivo de ese país. Con más de cincuenta años de una férrea dictadura la palabra “Cambio” le queda grande al gobierno cubano, más si pretende convencer a la comunidad internacional que estas iniciativas son gracias a su benevolencia, pues aún no se ha hecho ningún esfuerzo por cambiar profundamente el sistema autoritario que rige la isla.

Siempre es motivo de alegría que personas injustamente encarceladas retomen su libertad. Por ese lado es un hecho positivo irrebatible y las gracias no se deben a la supuesta “magnanimidad” del gobierno de los Castro sino a sacrificios provenientes de los diferentes grupos disidentes de la sociedad civil cubana.

Los Castro se burlan de la comunidad internacional cuando quieren mostrar que están dando pasos positivos sin intentar cambiar un ápice su régimen. Un cambio profundo implicaría el cambio de las leyes, que aún siguen permitiendo la vulneración de los derechos más fundamentales de los cubanos como el poder expresarse, reunirse, asociarse, emprender un negocio, entrar y salir de su país, etc. Libertades básicas y derechos fundamentales son sistemáticamente conculcados en Cuba con el beneplácito de la ley. Además, aún se puede encarcelar a los cubanos por “peligrosidad” basándose en la sola sospecha de que podrían cometer un delito en el futuro. Así, el Estado Socialista está por encima de los derechos y garantías de los cubanos, tanto así que el ejercicio de sus derechos implica la comisión de un delito, pues artículos como éste predominan en la normatividad cubana: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de constituir el socialismo y el comunismo. La infracción a este principio es punible”. (Artículo 62 de la Constitución Cubana)[1]

En consecuencia, no puede hablarse de cambio cuando aún siguen vigentes las mismas normas que llevaron injustamente a la cárcel a los que ahora se están liberando, cuando aún pueden ir a la cárcel cualquiera que intentara pedir una transición democrática como lo hicieron los 75 opositores de la Primavera Negra.

En mi opinión, la forma cómo han sido liberados los presos de conciencia, confirma el autoritarismo al que está acostumbrado el gobierno en su intento de reprimir y desarticular la disidencia en la isla. Libera a los presos de conciencia con la condición que se vayan de la isla. A los excarcelados no les está permitido quedarse, y además una vez afuera si quisieran volver tendrían que pedir una autorización al gobierno.

Lo meritorio sería la libertad plena, que los excarcelados decidan qué hacer con su libertad. Claro, al gobierno cubano no le conviene que se queden porque estas personas ya intentaron una transición democrática.

Como expresa Andrés Oppenheimer, “Cuba tiene una larga historia de usar a sus presos políticos como fichas de negociación. Libera un puñado de presos cada tanto a cambio de concesiones económicas o diplomáticas, para más tarde arrestar la siguiente tanda de disidentes”

Hoy, Cuba busca que los países europeos abandonen su posición común[2] frente a la dictadura. Por eso la mediación del canciller español Miguel Ángel Moratinos, que tan pronto se anunció que se liberaría a los 52 presos políticos señaló que “ya no hay ninguna razón para mantener la posición común de Europa con respecto de Cuba”

Para nadie es un secreto lo que buscaba el gobierno cubano a cambio de la liberación de los presos políticos. Con las declaraciones de Moratinos, la cuestión queda más clara aún. Sin embargo la libertad no puede darse en migajas. Hoy más que nunca la comunidad internacional está consciente de lo que aquí se ha querido intentar: Un taimado Raúl Castro, buscó conseguir que se levante la posición común europea, dando a entender que se están haciendo cambios al liberar a sus presos políticos, y consiguiendo –de paso- que la presión internacional disminuya y que la disidencia interna se repliegue. Esta vez, nadie le creyó, ni le creerán. Eso sí, Castro se equivoca si piensa que con esto, la presión y los esfuerzos por una Cuba libre cesarán, al contrario tomarán más fuerza y no doblegarán sus esfuerzos hasta conseguir la democracia y la libertad en la que quieren vivir.

Al cierre de este artículo un grupo de activistas de la campaña internacional “#OZT Yo acuso al gobierno cubano”[3] eran arrestados mientras que una nueva ola represiva se ha puesto en marcha por el régimen castrista en vísperas de la celebración del aniversario 57 del asalto al cuartel Moncada, una de las fiestas que la dictadura celebra el 26 de julio. La bloguera Yoani Sánchez[4] expresaba en su Twitter que varios de sus amigos eran advertidos de no salir de sus casas hasta pasado el 26 de julio.

Más de las mismas represiones de siempre, por lo tanto no hay una nueva etapa en Cuba, la habrá cuando las leyes no conculquen derechos, y cuando se permitan espacios de discusión y participación libre de sus ciudadanos. Si bien es cierto no estamos ante una nueva etapa en Cuba, ni ante una voluntad del gobierno por cambiar las leyes, sí hay una valiente y fortalecida oposición decidida a conseguirlo. Hoy somos testigos de una vieja dictadura sin voluntad de cambio pero también de una oposición cubana cada vez más fuerte.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Educación, Socialismo y Mercado


Por Walter Puelles Navarrete

Una cosa es tener hambre y comer, y otra distinta quedar satisfecho. Lo primero responde a una necesidad puramente fisiológica, lo segundo a un estado psíquico. Así, quedar satisfecho puede implicar comer lo elegido, en el lugar preferido y con la compañía adecuada. Digo “puede” porque no es seguro. La satisfacción es un experimento personal, un proceso de descubrimiento que cada quien ensaya por su propia cuenta y riesgo.

El papel que juegan los deseos y las motivaciones personales en el desarrollo de las sociedades ha sido frecuentemente soslayado. Se ha dado por hecho que: i) existe una jerarquía objetiva de necesidades que de menos a más el hombre satisface, y ii) que la sociedad es responsable de garantizar a sus miembros la cobertura de un conjunto de necesidades básicas. Según esta visión, es posible satisfacer las necesidades humanas con una cantidad mínima de bienes, bajo un orden central y jerárquicamente establecido.

¿Pero qué necesidades son básicas? ¿La alimentación, la salud, la educación, el sexo? ¿Cuál es esa cantidad mínima requerida? ¿Qué número de bienes dejará a la población satisfecha? ¿Qué características deben tener los bienes a producir? He allí el problema. El problema del qué, cómo y cuánto producir. El problema de la producción que toda sociedad enfrenta y ha intentado resolver de mil maneras.

Producir no sería problema si las personas recibieran como bueno todo aquello que se ofrece. Bastaría censar a la población y multiplicar la cantidad por una ración “técnicamente” definida. Sería como alimentar pollos en una granja, con el buche lleno y el espíritu vacío. Como en la Cuba castrista, donde la gente recibe salud, instrucción y alimento; no obstante ello, ni bien puede, escapa. Si hasta los mismos pollos desertan con la jaula abierta, ¿qué más los humanos?.

En una economía de mercado el problema de la producción se resuelve mediante pruebas de ensayo-error. Quienes consumen revelan sus deseos con sus decisiones de compra, y quienes producen, conocen el estatus de su servicio por la evolución de la demanda y los precios. Si hay clientela, el producto satisface, los inventarios se agotan y la producción aumenta. Pero si de pronto la gente se ausenta, los inventarios se abarrotan y la producción se aletarga.

La información fluye y permite adecuar la producción a los deseos del hombre común. El incentivo para tomar los datos que la realidad confiere no es otro que la posibilidad de satisfacer los deseos propios. Únicamente allí, donde la gente intercambia libremente, los deseos podrían ser satisfechos. Cada necesidad es una oportunidad para quien la advierte. La producción no es un conjunto cerrado limitado a satisfacer necesidades fisiológicas; todo lo contrario, es un conjunto abierto donde las necesidades y las formas de satisfacer las mismas son infinitas.

Pero en la esfera estatal la fortuna corre por una vereda distinta. La idea de que el Estado puede planificar la educación se sustenta en otra idea que considera que los intereses humanos están determinados por la naturaleza biológica del cuerpo. Aquí se asume que los deseos no dependen de las ideas sino de la fisiología, por lo tanto, el problema es cuantitativo y la solución está fuera de la esfera personal. En conclusión, la experimentación personal es prescindible: el hombre común es reemplazado por el político.

Bajo este criterio se implementaron desde los más ortodoxos sistemas de planificación central (ex URSS, Corea del Norte y Cuba, entro otros) hasta los más elementales programas estatales de políticas públicas. Ciertamente, los resultados han sido francamente decepcionantes. En el caso de la educación estatal, como cualquier sistema de planificación central, estamos ante un producto extremadamente malo. En línea de lo antes señalado, estamos ante un producto que llena pero no satisface.
Al respecto, Latinoamérica exhibe actualmente los indicadores de cobertura educativa más altos de su historia. Nunca antes la instrucción llegó a tantos. Sin embargo, la insatisfacción es generalizada. Cierto es que para el analfabeto cualquier instrucción puede ser buena, sin embargo las personas no buscan solo leer y escribir. Las personas no son animales de engorde que esperan taciturnos la comida y la muerte. La receta única no satisface a la gente, pues cada persona tiene sus propias motivaciones y deseos.

La primacía del mercado sobre la planificación central se basa justamente en la posibilidad de permitir a las personas interrelacionarse y satisfacer sus deseos y motivaciones. No es la eficiencia el valor más atractivo. La economía de mercado es mucho más que producir bienes a bajo costo. El “toma y dame” que a muchos aterra es un proceso social por excelencia, dado que los deseos únicamente pueden ser satisfechos mediante la elección individual. No hay otra forma.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Educación y Mercado


por: Walter Puelles Navarrete

El buen orden resulta espontáneamente cuando se dejan las cosas a sí mismas.
- Chuan-Tse, 369-286 a.C



La idea de que educación es una responsabilidad del Estado es aceptada por la gran mayoría como una verdad absoluta. Es un dogma de fe. Por el contrario, la idea de que el mercado pueda masificar por sí mismo los conocimientos socialmente requeridos es tomada con profunda desconfianza. Ello porque se parte del credo que reza que no es posible que la generación espontánea abra paso al desarrollo de grandes propósitos. Instrumentos como la privatización para promover inversión privada han sido aplicados en la minería, las telecomunicaciones, entre otras actividades, menos en la educación. Surge así un polilogismo insuficientemente discutido desde donde se nos dice que el mercado es bueno “acá” pero no “allá”. Sería bueno entonces enfrentar estos dogmas con la realidad, y advertir cómo determinados conocimientos se están expandiendo sin mediar proceso de planificación alguno.

La educación gastronómica

No cabe duda de que la cocina peruana es actualmente una de las mejores del mundo. Goza de prestigio y reconocimiento. Las decenas de restaurantes abiertos dentro y fuera del país lo demuestran. Hay restaurantes peruanos en Santiago, Buenos Aires, Bogotá, Madrid, Nueva York, entre otras importantes urbes. Miles de personas viven gracias a estos conocimientos: administradores, chefs, asistentes, bartenders, mozos, profesores de cocina, arquitectos, diseñadores, publicistas, etc.

Pero eso no es todo. La valorización de los conocimientos culinarios ha traído consigo el desarrollo de una industria educativa gastronómica. Los chefs no ganan plata únicamente cocinando, sino compartiendo sus conocimientos con quienes lo demandan. Son muchos los institutos creados para este propósito y varias las universidades que han incorporado esta carrera en su portafolio. Ello viene siendo una alternativa educativa para miles de jóvenes deseosos de realizarse profesionalmente.

Ello no ha ocurrido únicamente en el Perú. En Chile y Argentina el desarrollo de la enología abrió paso a toda una industria educativa privada desarrollada entorno a la producción y exportación de vinos de calidad. Estos países tienen así una de las industrias vitivinícolas más prósperas del mundo y los centros de enseñanza más destacados de la región en esta materia. Y es que los procesos educativos siempre van ligados al desarrollo de los mercados, siendo que el mercado tiene una función educativa per se.

La educación informática

La masificación de la educación informática es otro ejemplo de educación privada libre y optativa. Nadie imaginó que las avenidas Wilson y Arequipa en Lima - Perú se convertirían en el emporio donde se formarían miles de técnicos informáticos mucho antes que en las propias aulas universitarias. En estas avenidas hay decenas de institutos superiores, facultades universitarias y centros comerciales enteramente avocados a comercializar servicios y productos informáticos.

Los centros comerciales creados alrededor de estos institutos demuestran además que el comercio y los negocios son por sí mismos valiosas fuentes de conocimiento y difusión de la información. Otro ejemplo son las cabinas de internet, pequeños emprendimientos que han movilizado capitales pequeños y han masificado la informática hasta rincones insospechados, siendo así como muchos niños aprendieron a usar un computador en esas instalaciones mucho antes que en las aulas de su colegio. Es una educación no formal que ha jugado un papel importantísimo en el desarrollo de la sociedad


Los idiomas extranjeros

La enseñanza de idiomas en los colegios estatales ha sido un verdadero fracaso. Millones de horas invertidas no han tenido mayor repercusión en la formación escolar. Todo lo contrario a lo ocurrido en el sector privado donde se ha desarrollado una industria educativa que ha llegado a todos los conos de Lima y diversas provincias del interior del país. El Instituto Cultural Peruano Norteamericano, el Británico y otros institutos pequeños han realizado importantes inversiones en los últimos años para masificar su oferta educativa. La enseñanza es pues un negocio que reditúa beneficios a los que ofrecen y a los que demandan conocimiento. No hay porque temer a los negocios y a la masificación de la educación privada.

La industria educativa privada

Los casos expuestos son ejemplos de creatividad empresarial y educación libre. Difícilmente alguien podría afirmar que el éxito de estos negocios y del conjunto de conocimientos entorno a ellos han sido mérito de la educación estatal y la planificación gubernamental. Similares experiencias vienen ocurriendo con otras actividades como la formación de profesionales ligados a la agroindustria, la minería y la gestión de empresas.

La industria educativa privada en el Perú es novel. Creció cuando se le permitió, y cuando se la confiscó como en los años setentas, buscó la manera de sobrevivir a la espera de tiempos mejores. En la década del ochenta, pese a los problemas económicos y de seguridad existentes, hubo una explosión de institutos superiores. En las décadas siguientes hubo otra grata aparición de nuevas universidades orientadas a captar nuevos segmentos de mercado.

Hasta antes de la década del noventa, la creación de una universidad era un privilegio. Únicamente el Congreso tenía la facultad de autorizar el funcionamiento de una nueva universidad. Había pues que tener mucho poder e influencias políticas para crear una casa de estudio. Eso felizmente cambió, permitiendo además la vigencia de la propiedad privada en la titularidad de las mismas, cosa que también la ley impedía.

Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática del Perú (INEI), el valor agregado generado por la industria educativa privada equivale al 3% del PBI, es decir, más de US$ 3,800 millones por año. Ello no es poca cosa, considerando que este valor está muy por encima de agregados generados por industrias tradicionales como la pesca (0.7% del PBI), los servicios de electricidad y agua (0.7% del PBI) y los servicios financieros (2.6% del PBI).

Una educación estatal de calidad es inviable. Si el Estado pudiera lograr ello, podría organizar eficientemente cualquier actividad económica que quisiese. Se necesita centralizar demasiada información diseminada acerca de los gustos y preferencias de la gente. Sin ayuda del mercado es difícil conocer si la inversión que se está realizando está siendo efectuada adecuadamente o si se está orientando a masificar conocimientos sin mayor relevancia social.