por: Walter Puelles Navarrete
El buen orden resulta espontáneamente cuando se dejan las cosas a sí mismas.
- Chuan-Tse, 369-286 a.C La idea de que educación es una responsabilidad del Estado es aceptada por la gran mayoría como una verdad absoluta. Es un dogma de fe. Por el contrario, la idea de que el mercado pueda masificar por sí mismo los conocimientos socialmente requeridos es tomada con profunda desconfianza. Ello porque se parte del credo que reza que no es posible que la generación espontánea abra paso al desarrollo de grandes propósitos. Instrumentos como la privatización para promover inversión privada han sido aplicados en la minería, las telecomunicaciones, entre otras actividades, menos en la educación. Surge así un polilogismo insuficientemente discutido desde donde se nos dice que el mercado es bueno “acá” pero no “allá”. Sería bueno entonces enfrentar estos dogmas con la realidad, y advertir cómo determinados conocimientos se están expandiendo sin mediar proceso de planificación alguno.
La educación gastronómicaNo cabe duda de que la cocina peruana es actualmente una de las mejores del mundo. Goza de prestigio y reconocimiento. Las decenas de restaurantes abiertos dentro y fuera del país lo demuestran. Hay restaurantes peruanos en Santiago, Buenos Aires, Bogotá, Madrid, Nueva York, entre otras importantes urbes. Miles de personas viven gracias a estos conocimientos: administradores, chefs, asistentes, bartenders, mozos, profesores de cocina, arquitectos, diseñadores, publicistas, etc.
Pero eso no es todo. La valorización de los conocimientos culinarios ha traído consigo el desarrollo de una industria educativa gastronómica. Los chefs no ganan plata únicamente cocinando, sino compartiendo sus conocimientos con quienes lo demandan. Son muchos los institutos creados para este propósito y varias las universidades que han incorporado esta carrera en su portafolio. Ello viene siendo una alternativa educativa para miles de jóvenes deseosos de realizarse profesionalmente.
Ello no ha ocurrido únicamente en el Perú. En Chile y Argentina el desarrollo de la enología abrió paso a toda una industria educativa privada desarrollada entorno a la producción y exportación de vinos de calidad. Estos países tienen así una de las industrias vitivinícolas más prósperas del mundo y los centros de enseñanza más destacados de la región en esta materia. Y es que los procesos educativos siempre van ligados al desarrollo de los mercados, siendo que el mercado tiene una función educativa per se.
La educación informáticaLa masificación de la educación informática es otro ejemplo de educación privada libre y optativa. Nadie imaginó que las avenidas Wilson y Arequipa en Lima - Perú se convertirían en el emporio donde se formarían miles de técnicos informáticos mucho antes que en las propias aulas universitarias. En estas avenidas hay decenas de institutos superiores, facultades universitarias y centros comerciales enteramente avocados a comercializar servicios y productos informáticos.
Los centros comerciales creados alrededor de estos institutos demuestran además que el comercio y los negocios son por sí mismos valiosas fuentes de conocimiento y difusión de la información. Otro ejemplo son las cabinas de internet, pequeños emprendimientos que han movilizado capitales pequeños y han masificado la informática hasta rincones insospechados, siendo así como muchos niños aprendieron a usar un computador en esas instalaciones mucho antes que en las aulas de su colegio. Es una educación no formal que ha jugado un papel importantísimo en el desarrollo de la sociedad
Los idiomas extranjerosLa enseñanza de idiomas en los colegios estatales ha sido un verdadero fracaso. Millones de horas invertidas no han tenido mayor repercusión en la formación escolar. Todo lo contrario a lo ocurrido en el sector privado donde se ha desarrollado una industria educativa que ha llegado a todos los conos de Lima y diversas provincias del interior del país. El Instituto Cultural Peruano Norteamericano, el Británico y otros institutos pequeños han realizado importantes inversiones en los últimos años para masificar su oferta educativa. La enseñanza es pues un negocio que reditúa beneficios a los que ofrecen y a los que demandan conocimiento. No hay porque temer a los negocios y a la masificación de la educación privada.
La industria educativa privadaLos casos expuestos son ejemplos de creatividad empresarial y educación libre. Difícilmente alguien podría afirmar que el éxito de estos negocios y del conjunto de conocimientos entorno a ellos han sido mérito de la educación estatal y la planificación gubernamental. Similares experiencias vienen ocurriendo con otras actividades como la formación de profesionales ligados a la agroindustria, la minería y la gestión de empresas.
La industria educativa privada en el Perú es novel. Creció cuando se le permitió, y cuando se la confiscó como en los años setentas, buscó la manera de sobrevivir a la espera de tiempos mejores. En la década del ochenta, pese a los problemas económicos y de seguridad existentes, hubo una explosión de institutos superiores. En las décadas siguientes hubo otra grata aparición de nuevas universidades orientadas a captar nuevos segmentos de mercado.
Hasta antes de la década del noventa, la creación de una universidad era un privilegio. Únicamente el Congreso tenía la facultad de autorizar el funcionamiento de una nueva universidad. Había pues que tener mucho poder e influencias políticas para crear una casa de estudio. Eso felizmente cambió, permitiendo además la vigencia de la propiedad privada en la titularidad de las mismas, cosa que también la ley impedía.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática del Perú (INEI), el valor agregado generado por la industria educativa privada equivale al 3% del PBI, es decir, más de US$ 3,800 millones por año. Ello no es poca cosa, considerando que este valor está muy por encima de agregados generados por industrias tradicionales como la pesca (0.7% del PBI), los servicios de electricidad y agua (0.7% del PBI) y los servicios financieros (2.6% del PBI).
Una educación estatal de calidad es inviable. Si el Estado pudiera lograr ello, podría organizar eficientemente cualquier actividad económica que quisiese. Se necesita centralizar demasiada información diseminada acerca de los gustos y preferencias de la gente. Sin ayuda del mercado es difícil conocer si la inversión que se está realizando está siendo efectuada adecuadamente o si se está orientando a masificar conocimientos sin mayor relevancia social.