viernes, 29 de octubre de 2010

Multas Peatonales


Por: Raúl Mendoza Cánepa

Mejor fuera que los colegios se encargaran de la educación vial, porque lo que se viene podría ser pernicioso si se convierte en una turba fiera de multas y amenazas policiales contra todo “pata en el suelo” que pretenda hacersela de vivo en las calles.

Multar a los peatones tiene su lado amable si fuera en razón de un accidente o de un par de fallas flagrantes e imperdonables, pero controlar al dedillo cómo se mueve cada cual en las calles y más aún, de la mano de las innumerables cámaras que se esconden como francotiradores en la capital ya es surrealista.

La libertad no es sólo serlo, es sentirlo, es no saberse un potencial transgresor en cada cuadra, uno al que debe enseñarsele a caminar. Algunos o varios peatones son unos trogloditas de las veredas, pero el comúncamina por donde debe. Desde mediados de noviembre, cada ciudadano verá en el policía al enemigo que acecha, al perseguidor inamistoso. Dudo que estas vigilancias mejoren la relación entre la Policía y la ciudadanía, por el contrario el orden invasivo y abrasador creará enemistades masivas contra el propio orden que se pretende imponer.

Si corro a la pista, evadiendo el recomendable puente peatonal, y soy atropellado por eso, será una pena para todos; pero la responsabilidad será mía, sólo mía. Aunque quede malherido o muerto absuelvan a mi victimario y que así se registre.

No vendría mal una campaña de educación vial (y más ante la inminencia de este esperpento); pero mejor fuera una campaña para informar que una cruzada antiliberal en las veredas. No quiero caminar sobresaltado por el sinfin de cámaras de vigilancia, miradas escondidas y seguimientos asfixiantes, que se cernirán sobre mí, gestando paranoías.

Tampoco quiero que, de vez en vez, un uniformado se acriolle y me chantajee o me reclame el consabido soborno para la gaseosita.

Excusenme de la hiperbole, pero sería Cuba en casa.

PS. Me alisto a revisar la norma para tomar medidas constitucionales de ser el caso. Si la vigilancia opera como un mecanismo violador de las libertades individuales antes que como un mecanismo preventivo de accidentes, seré de los que en las líneas de adelante, se ponga al pie del cañón.

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